sábado, 12 de diciembre de 2009

Misserere


Se acostó tarde, podría haber sido una noche insomne si no estuviera programado para el ser el ratón dentro de la rueda del sistema. Justo antes de sucumbir al sueño corto, nunca suficiente, que te garantiza un trabajo aburrido y rutinario se acordó de aquella mujer que años antes le quitaba el sueño. Esa mujer, mezcla extraña de púber y femme fatal, esa especie de Lolita vejada por los años por la que hubiera abandonado el trabajo, la rueda, la jaula y el sistema y que acabó por dejarlo a él una mañana en la esquina de Corrientes y Pueyrredón. Qué esquina la que eligió para deselegirlo. Casi le había parecido una ofensa que lo abandonase en una esquina tan transitada, tan pública, tan a la vista de todos, como si quisiera que el mundo fuera testigo de la milésima exacta en que le rompía el corazón. Ni siquiera una taza de café en el medio como para disimular la mueca de dolor, ni siquiera un cigarrillo que llevarse a la boca para pasar el mal trago. Sólo la saliva espesa y el beso triste del chau, del no me digas chau sólo te pido un tiempo, del igual hablamos, del me podés llamar cuando quieras y de todas esas frases de sobrecito de azúcar patético que se dicen en esos momentos.

De repente, el dolor agudo en el pecho que vuelve, el olor a plaza Misserere que lo inunda.. y la amenaza de una noche de insomnio que no puede permitirse. Busca el control remoto por entre las sábanas, apaga el televisor, calla a la vedette de turno que asegura que hace todo por sus hijos, y se duerme.  

sábado, 21 de noviembre de 2009

Amor 77



Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman,

se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

                        

                                                                                                                  Julio Cortázar

                                              

domingo, 1 de noviembre de 2009

Oliverio

ELLA

"...la mucho mucho gozo
la muy total sofoco
la toda ¡shock! tras ¡shock!
la íntegra colapso
es un hermoso síncope con foso
un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico..."

(quién pudiera ser musa)

domingo, 25 de octubre de 2009

A veces me pregunto...

¿En qué momento te cambiaste de vereda?

Cruzate de nuevo. Mirá para los dos lados, cuidado la doble mano, atención a los semáforos

                                                                                                                                                Pero vení(te)

sábado, 22 de agosto de 2009

Un minuto antes

de dejar de quererte...

jueves, 16 de julio de 2009

Abelardo y Eloísa (SIglo XXI)

Abelardo y Eloísa habían sido desde siempre una pareja más del pueblo: se habían conocido gracias a amigos en común que los presentaron cuando Eloísa recién terminaba la secundaria y Abelardo empezaba derecho en una de esas universidades donde todos los grandes hombres cursan grandes carreras.
Cuando llegaron a los dos años de noviazgo se comprometieron y se casaron, con una fiesta en la que festejó todo el pueblo; donde cortaron la torta juntos, se sacaron fotos incómodas y bailaron el vals correspondiente. Para esa época, Abelardo había dejado la facultad y había entrado a trabajar en una fábrica y Eloísa consiguió un trabajo como administrativa en una oficina del centro. Con eso y la ayuda de sus familias se compraron la casita (a la vuelta de la casa de los padres de Abelardo), que todavía existe.
Con el tiempo llegaron dos hijos, y por supuesto Eloísa dejó de trabajar para criarlos “como corresponde”. Después de todo, Abelardo había sido ascendido a supervisor en la fábrica y hasta se habían podido comprar un autito.
Los años pasaron tranquilos y sin novedades, los dos niños finalmente crecieron y se fueron a estudiar a la capital, terminaron sus carreras y hasta formaron sus propias familias. Con la llegada de los nietos, Eloísa creyó que renacía, pero sus hijos cada vez los visitaban menos y tuvo que conformarse con comprar dos perros y criarlos como si fueran personas.
Abelardo finalmente se jubiló, después de 35 años de trabajar en la misma fábrica, aspirando humos tóxicos y prácticamente sordo por el ruido de las máquinas. Para cuando cumplió 60 años, le descubrieron un cáncer de pulmón que terminó por matarlo en cuatro meses. Cuatro meses en los que Eloísa vivió para él, acompañándolo en todas las sesiones de quimioterapia y tolerando los maltratos de Abelardo, que con la cercanía de la muerte se había convertido en una persona caprichosa, intolerable y desagradecida.
En su lecho de muerte, Abelardo pidió que sólo Eloísa estuviera cerca de él. A todos los que estaban en el hospital – entre ellos los hijos, los amigos y esos parientes que sólo aparecen cuando hay algo que festejar o lamentar - les pareció lo más lógico y salieron de la habitación palmeándose las espaldas y dándose entre ellos palabras de aliento.
Cuando quedaron solos, el anciano le pidió a su esposa que se acercara, y Eloísa lo hizo, sintiendo la presencia innegable de la muerte en el cuarto. Abelardo, entonces, con su último aliento dijo a su mujer: “Nunca te voy a perdonar que no me hayas dejado soñar.”
Luego de la muerte de Abelardo, Eloísa se encerró en su casa. Echó a todos los parientes y amigos que venían a visitarla por miedo a que “hiciera alguna locura”, liquidó la mayoría de sus bienes y repartió a sus hijos la herencia que les correspondía, regaló a sus perritos y compró una cama gigante, con grandes almohadones y sábanas caras, desconectó el teléfono para que nadie pudiera molestarla y dedicó el resto de sus días a soñar: soñó que era una princesa en un castillo de cristal, soñó que era un samurai en busca de su destino, soñó que era mariposa y volaba de flor en flor… soñó todos los sueños posibles, y después de soñar el último, en el que era una astronauta y llegaba a Marte, feliz y exhausta de tantas aventuras, murió.

domingo, 17 de mayo de 2009

A riesgo de caer en un lugar común...

No te quedes inmóvil
al borde del camino.
No congeles el júbilo,
no quieras con desgana.


No te salves ahora
ni nunca.

No te salves.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Infinito

Nunca fui una mina de fé.
Siempre estuve entre los fanáticos de los hechos sobre las palabras, y será por eso que el dios en el que todos creen y hasta escriben con mayúscula fue para mí desde chica una gran farsa... y no por una actitud progre ni snob, ni porque considere que "la religión es el opio de los pueblos", sino porque simplemente nunca pude creer en nada que no fuera mínimamente demostrado: ovnis, eternidad, amor a primera vista, horóscopos o brujerías, alma, espíritu, mal de ojo o culebrilla, infinito.
Yo sospecho, dudo y descreo a veces demasiado. Miro torcido a cualquiera que tenga alguna verdad semi-absoluta y hasta siento lástima por aquellos que viven contentos con su fé ciega. A veces sospechaba que no está bien crecer sin fé, y puede que mi niñez en un colegio de monjas tuviera algo que ver, quién sabe, pero aprendí a asumirme como un ave raris y con el tiempo ( y algún que otro llanto ahogado) llegué a la conclusión de que a veces está bueno serlo.

Hasta que llegaste vos y me cagaste, pero me recontracagaste la teoría

martes, 5 de mayo de 2009

Paréntesis

...brillante exposición de modas


la desilusión....
Silvio Rodriguez

miércoles, 29 de abril de 2009

Dos

Voces, música, la gente de siempre
de elegante oferta... a veces no tan elegante.
Escotes que dibujan vacío, olores fuertes que se mezclan.
La ubicación estratégica, la postura milimétricamente estudiada.
El cazador entra y reconoce el territorio;
los aromas, ya familiares le auguran una buena cacería,
las miradas se cruzan: ya encontró a la presa.
Juegan a la histeria por un rato,
se acercan de a poco, se miden,
se huelen, casi se tocan y se alejan,
y repiten el ritual toda la noche;
se ignoran de cerca, se buscan de lejos.

Yo te miro, cerca, relajado.
Entre los dos el espacio justo
para las cervezas semivacías y el cenicero lleno.
Qué bueno que no te importe si mi postura es perfecta
o es fuerte mi perfume.
Qué bueno que seamos los dos un poco presa y un poco cazadores
Qué bueno que, sin darnos cuenta, hayamos escapado al ritual.

viernes, 27 de febrero de 2009

Uno

Correr, recorrer, descorrer
Ese velo que me esconde,
Estas ganas de esconderme.
Tapar y destaparme, en este juego
De querer y no querer.

Jugar o no, jugarme
Treparme a lo alto de tu torre
Y rescatarte
Verte, príncipe mío
O sólo sapo, pan o vino

Mirarte o no, solo probarte
A ojos cerrados, a oídos cansados
De vos y de mí
De ojos sin llanto y bocas sin gritos

Decir y no decir
Repetir
Día tras día
Cansados, envueltos en rutina
Cerca, pero lejos
Jóvenes y viejos
Conocidos, pero ajenos

Aburrida, hastiada
De vos y la nada
De mi y las ganas
De ser todo sin ser nada
...más leve que nunca...

Soy:

La hija del medio de una familia con 4 hijos - una hermana/madre de dos adolescentes - una novia obsesiva - quizás la única fanática de las comedias románticas pochocleras que también disfruta de las películas de Woody Allen - la estudiante con más inasistencias del curso - una nena de papá - la mina de 23 años más vieja de la historia - alguien que se puede pasar un fin de semana con una maratón de Dr House echada en el sillón sin ver la luz solar.