miércoles, 29 de abril de 2009

Dos

Voces, música, la gente de siempre
de elegante oferta... a veces no tan elegante.
Escotes que dibujan vacío, olores fuertes que se mezclan.
La ubicación estratégica, la postura milimétricamente estudiada.
El cazador entra y reconoce el territorio;
los aromas, ya familiares le auguran una buena cacería,
las miradas se cruzan: ya encontró a la presa.
Juegan a la histeria por un rato,
se acercan de a poco, se miden,
se huelen, casi se tocan y se alejan,
y repiten el ritual toda la noche;
se ignoran de cerca, se buscan de lejos.

Yo te miro, cerca, relajado.
Entre los dos el espacio justo
para las cervezas semivacías y el cenicero lleno.
Qué bueno que no te importe si mi postura es perfecta
o es fuerte mi perfume.
Qué bueno que seamos los dos un poco presa y un poco cazadores
Qué bueno que, sin darnos cuenta, hayamos escapado al ritual.